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46 | don que las de Moises para ablandar los mons- truos ; y de aqui la general compuncion que resultaba de sus Sermones. Pero los mayores triunfos siempre estaban reservados para su efi- caz y dulce acto de contricion. Elevado sobre el monte Seir , ó sobre el Púlpito , mostraba la misteriosa serpiente de bronce, el divino Crucifixo , y los mordidos de muerte quedaban sanos. ¡Pero qué expresiones tan inflamadas! ¡ Qué elevacion de ojos tan penetrante! ¡Qué coloquios y reconvenciones con el Crucificado! ¡Qué extrecharse tiernamente con él ! ¡Qué la: grimas! ¡Qué salirse fuera del Púlpito!: Ah, Señores! no me admira, que al considerar la unción que en solo este acto tenia , no me ad- mira que en elogio suyo hayan dicho : que si San Pablo predicara un día, y el Padre Cadiz otro alternarian en oirlos, Sería fatigar demasiado vuestra atencion , si quisiera referir aqui todos los frutos que produ-= xeron las Misiones del Venerable Padre Diego: y aunque conozcamos su poca permanencia en algunos pueblos, no faltan otros que perpe- tuan su memoria en los exercicios santos que ins- piró ; en las Confraternidades que solido;- en los Jubileos que estableció, y en mil monumentos públicos y magnificos erigidos para" gloria de

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