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es es bastante que hayas estado en la montaña, qué hayas consultado con tu: Dios, y que este te en vie-á ellos por-una secreta y fuerte inspiracion2 ¿No te resuelves, Er. Diego ? ¿ Donde está la connatural conmiseracion de tu corazon , los.ar - dores de tu caridad ,+y aquella continua lama que te abrasa 2 Sal á Jaduz pública! calmen tus recelos ; no temas ; la vara de los prodigios se pondrá en tus manos: el Dios de ellos te acompañará ; las mubes se preparan para condu- cir el pueblo que se ponga á tu mando, y los.ma » res se abrirán 4 tu impulso. Tu desconfianza de- be hacerte temblar, no sea que te prive la en- trada en la tierra de promision: ] En vano nos cansamos : todavia medita' el Padre Diego en las amonestaciones que Jesu- Christo - hacia á sus Discipulos : vosotros sois la luz del: mundo , y la sal dela tiersa 3 debeis res- plandecer en buenas obras; para que los que las vean glorifiquen á vuestro Padre, que está en los Cielos. Debeis condimentar las carnes, y preservarlas de da corrupcion: mas si esta sal está infatuada , ¿como ha de- tener virtud para salar? ¿Como ha de impedir que se corrompan las carnes? No menos piensa ; que para ser gran- de en el Reyno de Dios es necesario obrar y en, señar. En fin concluye con espanto: ¿ que le D
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