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23 El Doctor, ó el que ha de enseñar á otro, decia el sábio San Isidoro , de talamodo ha de confirmar su vida con la doctrina , que igual- mente resplandezcan. La doctrina sin conducta hace al Orador arrogante, y la vida sin doctri- na inutil para el público. La predicacion para que sea fructuosa debe estar acompañada del buen exemplo del Predicador ; porque no hay cosa mas monstruosa, ni mas torpe, que despre- ciar con las obras el bien que se persuade con las palabras. Anticipese el Justo á practicar lo bueno , para que se siga saber enseñar : Prace- dat Fustus bené agere , ut sequentér possit bené docére. (1) Ved aqui las enérgicas sentencias que puso en su corazon nuestro Venerable. Por eso, aun- que por una parte el zelo de la Casa de Dios devoraba sus entrañas , y por otra la conver- sion de las almas enardecía su caridad , no obs- tante reprime 4 toda fuerza estos torrentes , y se dedica á su propia santificacion. ¡Pero con qué empeño ! Ah! el retiro ; la oracion ; la lec- cion de la Santa Biblia , que casi toma de me- moria; estos son los exerciciós que ocupan su tiempo. En estos “Santos Libros leia el argu- mento que San Pablo hace á los Romanos con (+)- Ex Lib. Sententiarum $. Isidori, C. 36.

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