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(6) Ciudad, de'sus mas respetables cuerpos é individuos que aquí actualmente advertimos, y que vienen á honrarmos? ¿Qué demues= tra este funesto aparato”, este Templo enlu: tado , ese túmulo elevado , y 'esa multitud de luces, que le adornan ? ¿Qué nos re= cuerdan e€sos Canticos tristes y deprecato= rios , que hemos oido , ese tremendo Sacri- ficio que se acaba de ofrecer sobre las aras, lá palidez que cubre nuestros, semblantes, los gemidos que se arrancan de nuestros co- razones, y las lágrimas que corren *por muestras mexillas? ¿ Por ventura. todo esto nos da 4 entender otra cosa, que la hon-* rosa memoria de un Varon de Dios, una de las “mas prodigiosas “obras «de su gracia, que por su sublime virtud y doctrina admirable se mereció en vida el respeto , el amor, la admiracion universal de todos , y que en su muerte “nos ha «dexado llenos de dolor , de consternación y de amargura? ¿No veis que generalmente Regulares y Eclesiásticos; «militares y ciudadanos , hom- bres y mugeres , grandes y pequeños , pro- pios y extraños, todos sienten la muerte de este gran siervo de Dios, columna firme de su

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