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(20) fiesta, que es un hombre penitente y eruci- ficado en Jesuchristo. En efecto; podemos decir con verdad , que llegó nuestro Fr. Die- go á tener crucificada su carne hasta rendir» la perfectamente á las leyes del espiritu, has- ta no gloriarse sino en la Cruz de Jesuchris- to, hasta ser tan amante de la Cruz , que mereció se le apareciese nuestro Sersfico Pa dre :S. Francisco, que le diese un estrechí= simo abrazo, y le imprimiese interiormente sus sagradas llagas, cuya noticia hewos te= nido de una alma tan justa, y de tanta au- toridad , que bastaría nombrarla, para que nadie excitase en su ánimo la menor dua, De este singularísimo privilegio se hizo dig- no el Siervo de Dios, porque-meditando dia y noche en la Pasion del Señor, y lleva- do de aquel odio santo , que nos «enseña Jesuchristo en su Evangelio, habia declara- do cruel guerra 4.su cuerpo, con tal tes són, que ni aún treguas le permitió hasta el momento de su muerte, Lo castigaba con diarias , crueles y sangrientas disciplinas, que lo destrozaban , con espantosos cilicios, que lo traspasaban , con continuos ayunos, que lo atenuaban, Lo incomodaba quitan- do- ? e tema
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