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61 cular, y descorioci'da., para juzgarnos en la hora de nuestra muerte, pues asi la nna como la otra se r.ompreende eu las clausulas del Evangelio. Por e¡¡·– to , despues de prevenirnos el divino Salvador por San Mateo , que el tiempo de aquella su general residencia será ran inespernd:i, y repentina, como lb fJé el diluvio en los dias de Noé; (a) y añade por San Marcos, que velemos de continuo esperando siempre su venida,. porque ignoramos si será ésta por la tarde , á la media noche , al canto del ga– llo, 6 por la mañana, en cada uno de 1os dias que vivimos. (b) Cierto es, que en todos estos tiempos puede acontecernos el morir; pues vemos, que unos mueren en las entrañas de sus madres, como a la media noche de su existencia en aquella oscura caberna, antes de ver la comun luz del dia, que· a todos nos alumbra ; otros al amanecerle ésta en su nacimiento ; otros en fa mañana alegre de su lozana juventud ; y otros en la cansada tarde de· su erumnosa senectud. No todos en un tiempo, ni todos de una edad, para que en. esta diferencia tan notable- admir.émos los juicios del Sefio.1:. ¡ Quántas veces, sin poder hallar la causa, vemos morir un ani– mado feto en el seno de su madre! ¡ quintas aún en los casos mas desesperados vivir algunos de ellos contra toda esperanza , 1 presuncion ! ¿ A quién no• admira el estupendo caso de un San Ra– mon Nonato e.xtraido ael útero materno despues de sepuk::.da su defunra madre? ¿. Quién no se pas– ma oyendo., que la de Santa Erigida de Suecia füé preservada de perecer en un naufragio quando. la lle-
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