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59 ni aún nos detuviesemos un breve .rato en lo que mas nos importa, ¡;or el gran bienJ que nos ofrece asi la meditacion sencilla de este punto , como el presente desengañ~ ! ¡Vae nobis _! _A, esto conspira, lo que de la profundidad de los JlllCIOS del Señor os voy a proponer en la ¡iguiente l\'l ORALIDAD, § III. NO penseis, mis amados .hermanos, y Señores, que al proponeros la grandeza de los divinos jni– cios os he de manifestar los oculJisimos senos de su insondable profundidad, exponiendo los motivos, que le a~isten , la j ustici¿¡ que le acompaiía, ni las razones del porqué asi en ellos se produce. Y o se– ría mui culpable, gastaría e l tiempo inutilmente, y haria a todos maniñesta mi temcrid.1d , y estolidéz, si en ello me empeñase. P orque ¿ quién j amás ha conocido el secreto de Dios? ¿ Quis ellfo~ cog11ovi1 sensmn D omini? (a) ¿ Qt1ién ~s capáz de d:irle dic– tamen , 6 á quien en tiempo alguno le ha tomado parecer? Qrlis co11siliari!1s ejus fuil ~ (b) Si el inte~ iior de un hombre no puede otro, que él, natural– mente conocerlo , ¿ cómo penetra1émos el de Dios, ó los secretos de su divino corazon, (e) remontan... dose sur pensamientos, y elevandose sobre los nues– tros aún mucho mas que distan los Cielos de la uer– r:i ? (d) No, no es esta materia proporcionadJ a nues- H 2 tn a 1.lor.~.16. /, J.ui.tº •l3• e 1 .Cor,! t.ll , á Isai. Sí. 9 •
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