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39 los herm11nos vástagos , y preciosos re1rnevos de que se mira el olivo coronado , se halla funesto despo– jo de la muerte , rodeado de las obscoras lobre– guezes de un sepulcro , y reducido en él a las es– terilidades primeras de su nada. Y yá p:ira nosotros quedao frustradas estas e~peranzas , no de otra suer– te que lo quedan las del labrador , que despucs de prometerse una cosecha abundantisima por la buena sazon , que en sus mieses reconoce yá ma– duro el grano , le priva de su lógro una furiosa tempestad , 6 un incenclio inesperado. Si viviendo estos Scfíores se huvicsc suspendido la continuacion de estos frutos, aun podiamos esperarlos sin teme– ridad , del mismo modo qne le aconteció a la fe– cunda Lia, muger del Santo Patriarca Jacob; (a) y aun si viescroos su próle malograda, nos que– daba motivo con su vida para prometernos, que otra se le substitU) ese, á similitud de nuestros pri– meros Padres, que al nacerlcs su querido hijo Seth no dudaron ascgurnr se le duba Dios para suplir la falta de su defunto Abé): (b) mas yá la muerte nos ha despojado de estas espectativas, y mio en este nos ha uwrpado muchos vie1,es. Llegando aqui I o puedo olvidar la sentida muerte de Raquél , suce~ dida cu el sobreparto , y a poco de 11acido Bcn.– jamin, quando con este sC'gurdo fruto de sus en· traií~s Jh,.S daba seriales uada equivocas de su ape– tecida fernndidad , circunstancia que sin duda la 1 i– zo mas digPa de llor,me. Murió Raquél Ja émnda de Jacub; pero dexando á é~te en el reciePna~ ·do la m::is querida prenda entre sus hijos, con que se tem- " Genes. 30. J 7. b Genes. +· ~,.
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