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19S mos quedado de su eterna 3alVJciou , por mas que fundados en la mi$ericordia de Dios , y e11 sus ar– reglad:is costumbres piadosamente la juzguemos cier– ta , nos obliga a ofrecer por sus almas estos sacri– ficios , y oraciones , y a que por l o inci<.!rto de la nuestra hagamos empeño en procurarl:i, caminan– do por la estrecha senda de la verdadera virtud, que a ella nos conduce. El temor 3. Dios , y su amor santo son medios tan seguros , como precisos , y esenciales en nosotros p ara que la .obteng:imos. El temor nos inspira el odio , y la fuga del pecado, y el amor nos lleva dulcemente a la práctica de una vida santa , y nos consuela con la esperanza dd ultimo fin a que aspiran nuestros deseos. Aquel te– mor , y esta esperanza que el amor nos comunica., están mística , y moralmente repl'esentados, dice el P. S. Grc>goiio, (a) cu fas dos piedras de molino, de que prohibia el Señor a los H(:breos, s.? enri– genasen con motivo alguno de su dueiio i (h) en– tend.endo eu la piedra superior el temor , y el amor paciente , mortificado, y firme en su esperauz... en la inferior. Esos mismos se nos significan, segun S. Antonino, (e) en las dos honestas doncellas , que asociaban a la humilde Ester, quando se prLSentó al Rey Asuero, que se interpreta /,ienavellturawi.a, que la una llevaba recogida la orla de su \Cest•do, y la otra la sostenía en sus brazos. (d) Y tstán sim– bolizados en las dos alas, que maravillos..i,Hente le fue- " S. Gregor. M 1g.lib n,cap., 6. l\lor.,1. 1, llcu1cr.'l4.6. ~ Slnc1,A11ronln. Sum. Thcoleg.plrt,-t,tit, 14.cap.6. d. .Ese. ,,.e,. et 7.

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