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.1 ~g ñores , que respetuo.samente amabamos, y de quie– nes taot0 bien nos redundaba? ¿ De aquellos cuyo favor nos llenó de felicidad, y de cuya be11ebolen– cia recibíamos el honor mas seíialado? ¿De aquellos, en fin, que edifü:andonos co11 su exemplo en la vi– da, aora nos dan no poco que temer con su muer– te ? ¿ Estais, digo, persuadidos , que desp11es de haber sentido su falta, segun que por su dignidad, por su mérito, y por la superioridad , que respe– to de nosotros exercian, nos corresponde para evi– rzrr la. fea nota de ingratitud , y deslealtad , es ne– cesario volver la consideracion sobre nosotros mis– mos para ex1tarnos con la memoria de nuestros no– vísimos al temor santo de Dios, y al debido cuida– do sobre el negocio de nuestra salvacion? A~i nos lo persuade el Espiritu Santo por el Eclesiastico, añadiendo que nuestro llanto de nada sirve a los de.. funtos; que ellos no pueden igualmente llorarnos quando lleguemos a morir, y que seriamos culpa– bles, si solo en llorarlos ocupasemos el tiempo , y no atendíesemos , a que mudamente nos dicen des– ide el sepulcro sns cadaveres : acuerdJtc , que ha de ser parecido al mio el juicio , y causa de tu muer– te , y que oy puede sucederte a tí, como ves que ayer a mí me sucedió. (a) En efecto, lo temprano, y acelerado de la muerte de estos Seiíores nos con~ vence de lo infalible , é incierto del modo , y dd ~uando de la nuestra, para que en todos los días la esperemos, como sí efectivamente en cada qual huviese de sucedemos: y la incertidumbre en que he~ mos

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