BCCSEV000XVIII-c-1369-090000

TJ qicen con su mudo silem:io en pluína· del Ecie- siastico , que a su rigoroso juicio ha de ser e{1 nuestro p arecido , y que oy mismo puede, sobre-> venirnos la muerte qne ayer vino, y acabó con' ellos ? (a) ¿Quién no se atemorizad si reflcxiooa, que ann sieudouos desconocido el qLJaado h:i de. sucedemos el morir, no se puede dudar lo tene– mos tan inmediato , que con toda verdad pode– mos decir , qne un solo paso dista la muerte de nosotros? (b); i Y quién no lemerá, viendo temer no solo al perverso Caín , al desventurado Agag, y al impío Antíoco , (e) sinó t.1mbicn al ze(oso invencible Elias , al piadoso Ezeqlúas , y lo que es mas al S:into de los Santos nuestro Seiíor J esu– Cristo? (d) T cmen su muerte los pecadores , por qne la conocen término de sus perniciosos tran~ seuutes gustos , y principio de sus eternos irrepa– rables males : la temen los justos, por que viven in– ciertos de su suerte en .ella , y de su destino eu la c•emid.1u ; y roJos d¿bemos temerla, porque tanto los malos, 6 pecadores , como los b•1e110s y piadosos acaban S\i vida con una 1m1erte yá tlnl– ce , 6 yá desastrada ; de modo, que atendiendo á lo que exteriormente aparece, no rara vez se nota en unos , y otros tanta semejanza , que no se en– cuentra diferencia. (e) Este j,1stisimo temor, qne en todos tiempos ha poblado los Clanstros de Reli– giosos , los desiertos de Anacoretas , y de bie11~ ave11t11r:idos el Cielo¡ q~e obliJÓ á d~poner s11 Ti3ra á los Celestinos , á los Arnulfos i renunciar sus l\Ii~ - ---------- " l:.c1,;li. ,8 . 21. b t. .Rcg.20. 3. e: Gcn.4. •+ :::: '- n<·g. 1 ,- J'l. :::: 1. 1\1'\chal,, 6. 1 1. d 3. Rcg, l!,>·4• ::.: .¡.. R<!g. "º· 3. ;::;1t1,1rc, 1,,¡.. 33. e Ikdc. 9. 2.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz