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xoS cerdote, que le asisti6 hima su ultimo aTiento, que' entte los innmmerables á quienes ba auxuiarlo pai·a biw morir , 1l0 ba encontrlldo 11i igual resig11acion, 11i mnyor pureza. ¡ O exemplar digno de gravarse en los bronzes para su eterna memoria 1 ¡ Qué una S'"'ñora tierna , delicada, y en la primavera de sus aiíos, quetida de sus padres, amada incomparable– mente de su marido , venerad.1 , y estimada de to~ dos, puesta en los tiltimos trances de su vida, quando los demas lloran su muerte , ella no llore, quando todos se contristan, ella •no se acongoxe, y quando no hai uno siquiera á quien el dolor de su pérdida no conturbe , ella ni apet&zca la vida, ni sienta el morir , ni pid::i , 6 quiera otra cosa, qnc la volnntad de D ios! ¡Qué á la vi~ta de un espvso, que con la mayor ternura; dolor, y ca◄ 1ifio le asistía sin separarselc, de dos hijos, peda– zos de su corazon , y de una familia , que dese– cha en lágrimas le tributaba los ultimos obsequios de su asistencia, nada la divierta de -Stl atencion a Dios , nada la erlt:'Ene en su resignaci'on ~ ni sea ba~tante todo esto a sacarle un solo su,;piro de su real pecho, en señal de que aún no quiere dexar– fos f ¡Ah! ¿ Donde está aquella honesta Virgen, y -de~graciada jóven Saiia, a qÍ1ieu di6 su padre la muerte en su mas florida adolescencia? Venga aqui'., y á vista del raro exemplo de resignacion de nues– tra Infanta, contenga sus lamentos , sucpenda sus sentidisimos ayes , y cese de pedir a los montes, á las fieras, y a los peñascos de la selva, que la acompañen, corno lo execuiaban sus amigas , y compañeras en el inconsolable llanto de sn temprana muerte, segun que algunos Expositores nos lo afir- man.