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do, en fin, a quien po<li.:mos :1p rnpi.1r el srn · gu!Jr elogio que d.1 el Espir i u-Srnto al in– signe.R i Josias- : ,,que fue enviado de Dios ,, para la reforma, y pen iten cia 1c su Reino , ,, y que acabo con las abominac iones de J,. ,, impjedad. " ( 1) Las mismas historias os da· rJn no ti cia de la religiosidad cxempb t isima de · )os Recesvintos, de la rara m:rnscdumbre, pru– dencia, y desprecio del mundo de los Yvam– bas, que despues de ha ve r governado sus E.s~– tados con el mayor acierto , y padeci do corr igualdad de animo la mas terrible conjura– don, renuncio el Cetro, se desnudo de_ la· Real invesridura, y vi-stio la venerable Cogulfa del P.1dre San Benito, en cuya Religion aca~ bó felizmente sus dias. A los Godos siguieron los Reyes de. As 0 • tu ria~, de Lcon, y de N,1V'2rra, entre los qua– les se hicieron rn~mnrables los Pe/ayos , lo~ . Ramiros, y los OrdJños: a es tn.s los de Casti– lla celebres po-r la santidad de los Fcrnandos, . por la ciencia, y valor de los Alfonso$, po.r la piedad de los f/eremundos, y Henriqu r:s, por I_a devoc ion de los Carlos, y por la pru~ denc1a , y cristiandad de los Fclipes. Los de · Ara- - ----------~-- ( 1 ~ l p.'e est_ ái~~'tus divínit,u ·¿,,, pa1Úttntia11 ,,rúis, i;;' tufJi,ii •brtni11at1~11,1 ,rnp,, t,itis , .llcli , -4 9 . ¡

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