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el • • 13 nosotros to a nuestra es t1m:.1c1on , y graticud; si conforme al divino mandato no debemos de– xar inuri[ una sola pa n icul a del buen don que -rn isc ricord ios o nos confie re ( J) y si a propor– cion del mas , o menos aprecio qu e hacemos de su s gracias las acrecienta, o di sminuye en nosot ros ; ¿ como no esrimarémos las dos de que tratamos , siendo cada una de por si tan digna de nuestra atenc ion ! ¿ con que razon de– xarémos de agradecer las? ¿ y como podrémos no pc,~í r su c.:ont i n uJ cÍ on , y permanen cia 1 i serl.!mos ran impíos que fos creamos efeéto de nuestra industria , o recompensa de nuestro merito? i t~n necios que las imaginemos casua• ]idad , y tan idiotas qne nada hallemos que atribuir a la sabia r rovidencia con que el Se– ñor ordena , y dispone todas las cosas e~ el Cielo, y en la tie-rra del modo que ~º~ convie– ne, y en el tiempo que es de su d1vrno agra• do? Piensen con esta depravacion; procedan cpn esa iniquidad los que fiados como Scnna.. cherib en su propria natural robustez, o en el fementido orgullo en que los preci pi rn su so– bervia, blasfeman con su incredu) idad d 110m. bre Santo de Dios, y exponen sus triunfos · l

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