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) ~ tencias y sentidos trás fa~ olorosas flores del si,,. glo , no hará esto sino excitar mas y mas la in– saciable sed de nuestros apetitos ; profundizar mas y m::.s un inmenso vado , que solo Heriará , mun– danos oidmelo decir , el abandono de las cosas terrenas. Cruel sentencia , exclamareis vosotros ; y que sé yo sino contentos con seguir los sentimientos de la carne , que abor rece quanto le mortifica , os abandonais a los dithmenes de los impios ; no creyendo que el yugo de la Ley pueda producir en estil vida , lr1 quietud, el descanso del corazon del hombre. Miserables Philosophos pensad como quisiereis ; cerrad vuestros oidos á hs voces del Evangelio , a las palabras de Jesu-Christo que os anuncian hoy esta verdad , t, podreís cerrar los ojos á la experiencia , á la prueb1 praélica que voi á presentaros '? Francisco, el grande S. Fran– cisco de Asís , aqud hombre que admiro y admi– rará en todas las edades el mundo , es un monu– me11to que se trigió k1 Providencia , para acredi– tár que el medio unico de conseguir la felicidad, la qui1::tud verJJd~ra , no e.s otro que cargarse el peso todo de la Ley del Señor que nos intima su Eva ngelio ; el som-::terse á aquellas maximas , qu.e par(:cen dirigidas a hacer :.i el hombre infellz , mi• serable abatido. V i:d aqui el principi(} no tolo de , los bienes eternos , sino de la verdadera felicidad temporal. Francisco concibe la generosa resolucio11 de someterse enteramente á el yugo de la Ley , él lo r nunci~ todv Je un modo el mas perfeétiJ , y su

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