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ci Madre cuando estaba en la cruz ya para mo- rir. ¿Pero qué voces serán bastantes para signi- ficar esta su caridad con los justos en lá oca- sion de tomar sobre sus hombros aquella pesa- disima cruz? Como cosa no vista, y al parecer increible, preguntaba el apóstol: ¿Quién hay que muera por el justo? ¿se- dará acaso alguno, que por el bueno y justificado se atreva á perder la vida? ¡Ob caridad incomprehensible de Jesu- cristo con los suyos! El morir por ellos le fué tan dulce, y con tales veras lo deseaba, que no dudó llamar dia de Pascua al que lo fué de su pasion y de su muerte. Cuando se abra- zó con la cruz, la miró como una señal que les daba, y habia de ¡servirles para que huye- sen y escusasen que diesen en ellos las encen- didas saetas que dispara el Señor del arco de su ¡udignacion: la miró como un sello que gra- bado en sus almas los distinguiría de los peca- dores enemigos declarados de ella, y la miró como un ejemplar que :en el alto monte de su pasion á todos les proponia, para que segun él obrasen, y ordenasen la conducta de su vida; en prendas de lo cual dispuso con su divino acuerdo que el Cirineo, á nombre de todos, le ayudase á llevar su peso hasta el calvario. ¡Ob misterios venerables!
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