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€ y amigos solia solo manisfestarse en sombras, enig- mas y figuras. La ley con que los gobernaba era tan dora, tan pesada y tan rigorosa, que no du- dó decir San Pedro, que así ellos como sus pa- dres casi no habian podido soportarla: los medios para su justificacion raros, dificiles y penosos; y sus sacrificios, sus hostias y holocaustos de tan escasa virtud, que apenas tenian otra de aque- lla que le provenia del que en ellos estaba fi- gurado. Su vida era llena de amarguras: su muer- te poco apetecida; y su destino despues de ella, y de la entera purgacion de sus defectos, el 0s- curo seno del limbo, donde por muchos siglos estuvieron esperando su apetecido rescate. No ha- bia uno que enjugase el llanto de sus ojos: que templase la vehemencia de su dolor, ni que miti- gase con pequeño consuelo su desmedida aflicción. Por esto multiplicaban los ruegos, repetian sus ora- ciones, y con lágrimas inconsolables pedian se abreviasen los tiempos, para que cuanto antes se cumpliesen las profecías, naciese la juslicia sem- piterna, y fuese ungido el santo de los santos: que destilasen los cielos, y loviesen las nubes al que por esencia es justo; y que la tierra abrie- ge ya sus senos para producir al Salvador. Llegóse pues la plenitud de los tiem pos, y vi- no del alcázar del cielo el Hijo del eterno Pa-
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