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.. viremos en su gloria, pero no de otra suerte. Y por mas que su gran poder se estienda á liber- tad, si quisiese, 4 todos los pecadores de la eter- na muerte, siempre es necesario confesemos, que solo dejarán de perderse aquellos que con la pe- nitencia y con las buenas obras se hicieren dig- nos de la participacion de sus méritos. ¿Que ha- cemos, y en que pensamos, si no nos dispone- mos para merecer este bien? No, no tendremos escusa, si conociéndolo así no lo practicamos. FRUTO. Supuesto que son bienaventurados los mise- ricordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia, yo me resuelvo á serlo con mis prógimos nece- sitados, para que no me niegue la suya Jesucris- to. Pero en atencion á que la mayor obra de misericordia es tenerla con mi alma, llorando mis culpas, y buscando á Dios por medio de su te- mor santo, desde luego detesto mis culpas, eli- jo la levisima cruz de la penitencia, para seguir con ella 4 mi Redentor, y conseguir que me per- done y que me salve.

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