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— [[ — raban evemigos de Dios, esclavos de Lucifer, y condenados á una eterna privacion de la Bien aventuranza, buscaba el Señor entre los hombres, f preguntaba, si entre todos podria encontrarse alguno, que se encargase de ser su medianero, de aplacar su indignacion, y de conseguir que hi- ciese paces con ellos: pero en valde, porque sien- do todos concebidos, y nacidos en pecado, eran por consiguiente esclavos de la culpa,é hijos de ira, de pena, y de venganza. Á este tiempo el piadosisimo Rey de las alturas inclinó los cielos, y descendió en persona para salvarlos. Vino el deseado de las gentes, el Principe de la paz, y padre del siglo venidero, y vino como médico á darnos la espiritual salud que habíamos perdido como pastor para buscar la perdida ovejuela del pecador mas protervo; y como camino, verdad, y vida para darla á todos con abundancia. Por estos fines eligió la cruz que llevó sobre sus hom- bros en señal de que tomaba sobre sí nuestros pecados. Ella fue la medicina que aplicó á nues- tros males, significada en el madero que endulzó las amargas aguas de Mará: ella el cayado con que este verdadero bijo de David liberló su re- baño de las monstruosas fieras de la culpa, y del Demonio: y ella el arco iris que hizo aparecer su Magestad en señal de que ya cesaba el rigor

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