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— 61 — la señal, Ó bandera que levantó el Señor para jontar en un pueblo santo á los fugitivos peca- dores, Y congregar de las cuatro partes del orbe á la preciosa porcion de los escogidos. Empresa tan árdua que solo pudo caber en un poder in- finito y en una fortaleza tan heróica como la del beniguísimo Jesus. PUNTO SEGUNDO. Considera el espíritu de fortaleza con que lle- vó su Magestad aquella pesada cruz para Consu- mar con ella nuestra necesaria redencion. Hasta cargo de lo árduo de esta empresa en los gran- des imposibles que en ella se presentaban, y en los ingentes males que precisamente habia de pa- decer para su logro. Aquel terrible decreto dado por la divina justicia contra nosotros, por el cual estábamos destinados Á un perpétuo destierro de su gloria: aquella deuda para cuyo pago eran in- suficientes los méritos de todas las criaturas, án- geles y hombres: aquel pecado, para cuya des- trucción no eran bastantes otras fuerzas que las de una divina Omnipotencia. La voluntad de los hombres inclinada y propensa siempre á la cul- pa: la vehemencia de sus pasiones y la fuerza

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