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o ] Ñ h pl mE Y ' ' 5 , y 1] 1 | | e ” ' o e red A A AA da PUNTO SEGUNDO. Considera la perfecta justicia de nuestro Se. ñor Jesucristo en abrazarse con la pesada cru de nuestros delitos, para hacernos manifiesto sy gran poder contra el peeado. Era infinita la ma licia de este, atendida la suma infinita bondad del que con él era ofendido; lo era la injusticia de la criatura á vista de la beneficencia, y li= beralidad de su Criador: y lo era la rastra ¡o= felisisima de la peoa, y del castigo á que por él estaba el hombre condenado. Para su remedio se necesitaba mediase aquel que fué hecho por Dios nuestra justicia, santificación y redencion, que habia de ser propiciacion por nuestros peca- dos, y por los de todo el mpndo; y que fué constituido por su eterno Padre juez de los vivos y de los muertos: aquel cuya justicia en la san- tidad de sus ebras complaciese al Señor infipita- mente mas de lo que fué ofendido con la culpa, que proporcionase con ella á los mortales una santificacion, cuya gracia sobreabundase en ellos á cuanto habian abundado sus delitos, y que diese una satisfaccion capaz. de borrar con infinitas ven- tajas todo el realo de la pena merecida, y de al-

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