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sir 4 4 4 Ñ h 1 A TS E A AS 2 E vivian sus infelices partidarios, Cuando apareció en él su mismo Hacedor y Criador, sin que ej mundo le conociese, vi quisiesen aun los propios suyos recibirle. Estos, que debian reconocerle por su legítimo Rey, y adorarle por su verdadero Dios, fueron los que mas se esmeraron en per- seguirlo: ellos le maldicen, le blasfeman, y aun intentan precipitarlo por un despeñadero: le abor- recen, se arman de piedras para tirarselas, le des- tierran de su patria, y seles oye repetir: Venid, y tratemos de poner sobre el pan de su cuerpo el pesado madero de una cruz, para que bor- remos de la tierra su memoria, y su nombre no se oiga mas en toda ella. Asi lo proyecta- ron obcecados de su malicia y así arrebatados de una furiosa envidia llegaron despues á ejecutarlo. Entonces para domar el orgullo de tan horri- ble mónstruo, confuadirlo con su misma astucia, y hacerle guerra con sus propias armas, tomó nuestro Señor Jesucristo sobre sus lastimados hom- bros aquella pesada Cruz, que como vara de in- vencible virtud le entregó su Eterno Padre, para que mucho méjor que Moisés con la que recibió de su divina mano, hiciese ver la irresistible fuerza de su gran poder en la voluntad de libertar á su escogido pueblo de las tiranas leyes, y violenta opresion del mundano Egipto, conducirlo cargado

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