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— 401 — finito mas de lo que eon su soberbia se habian los pecadores engreido, para subsanar de esta suer- te tan crecidos males. En efecto, aquella cruz con que se abatió el humanado Verbo hasta ser el blan- co de la coman contradiccion y sufrir todo el rigor de la divina justicia, nos evidencia cuanto sentia sus ofensas, y cuanto hacia porque fuese honrado, ser- vido y glorificado de los que hasta entónces le ha- bian menospreciado con sus culpas, y aun de los que despues hubiesen de ofenderle. Ya el ser in- finito de Dios, que solo era conocido y venerado en la Judea, y su santo nombre únicamente gran- de en Israel, porque en lo restante del mundo es- taba desconocido, y de casi todos blasfemado, es adorado en toda la tierra, temido de todas las gentes, y en todo el universo predicado y santi- ficado. Ya Dios recibe de sus criaturas un culto eval le corresponde: se le ofrecen tales sacrifi- cios, que le dan infinita gloria; y los hombres le sirven de un modo que no puede dejár de com- placerse en ellos. Y ya se vé, que fijando Cristo en la tierra el tabernáculo de su cruz con mayor celo, que lo fué el antiguo por Moyses, el viejo error ha sido disipado. Dios ya es todo de los hom- bres, y estos son ya tu amado pueblo. Este propio celo, que por el amor á su elerno Padre le obligaba á sentir sus ofensas, y con el

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