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—= Pino cuanto. es el número de todos ellos; y cuantos por toda la eternidad padecerán los infelices conde- nados, no han sido pena bastante para castigar su culpa, ni serán jamás medio suficiente para de- clararnos la justicia con que Dios ha procedido. ¡Pero que inflexible no se manifestaba siempre en ella! Las oraciones de sus escogidos no todas las veces alcanzaban á templar su indignacion: en al- gunos casos estaba tan inexorable, que no bas- taban los sacrificios, los ruegos, ni las lágrima para aplacarlo; y ya llegó tal vez hasta el estré- mo de reprobar á. su pueblo, abandonar su tem- plo y maldecir la santificacion de sus altares. ¡Qué horror! A todo esto ocurrió con su gran poder nues- tro Señor Jesucristo; porque tomando aquella cruz sobre sus hombros, dióá su Eterno Padre una sa- tisfaccion superabundantísima, infinitamente mayor que le habia sido injuriosa nuestra ofensa, y apla= có á su divina justicia en tales términos, que no solo puso fin á los antiguos rigores, sino que le obligó á que adoptase por hijos á los que tenia como á enemigos reprobados, y á que tuviese sus delicias con aquellos mismos que le habian sido abominables. Ved aquí lo que nos figuraba Isaac en el acto misterioso de conducir al hombro la leña destinada para su intentado sacrificio: ved el celo del amabilisimo Jesus, con que abrazando la cruz

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