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— 98 = sn buen padre Noé: ni lá insolencia de Semei en tirar piedras y repetir maldiciones contra su mis- mo rey David: ni la sacrilega cruelisima impie- dad con que el réprobo Saul mandó quitar la vida al sumo pontífice Abuimelec con otros mu- chos venerables sacerdotes que le acompañaban, es bastante para darnos ni una pequeña idea de la infinita ofensa que recibe Dios con el pecado. ¡Oh execrable malicia de la culpa! En vista de esto no debe parecer estraño, que aquel Señor, que por esencia es justo, á quien toda iniquidad naturalmente se le opone; y que necesariamente le repugna y la aborrece, aplicase su omnipotencia, su sabiduría, y todo el rigor de su justicia para castigarla. No es este rigor imaginable, ni es posible á las voces re- ducirlo. Las horribles plagas con que azotó 4 los de Egipto fueron impulso de un solo dedo de su mano: los formidables castigos con que se vie- ron aflijidos los Azocios y Azcaronitas, les obligó á decir, que era dura y en estremo pesadísima la nano del Señor, y la fuerza con que son deprimidos en sa orgullo los soberbios, es efecto del fuerte golpe de sn brazo omnipotente. Esto es poco. Todos los males que han padecido, los hombrez en el mundo, con cuantos hasta su fin habrán de padecer los ve- nideros: estos mismos multiplicados tantas veces
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