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a fl vando con nosotros el improperio santo de la cruz de Cristo, que es lo que quiso enseñarnos en el hecho de llevar la suya, y morir fuera de las puertas de la ciudad: sea el de pensar con fre- cuencia, y mirar una y otra vez al que sufrió en sí mismo una contradicción tan estraña, tan universal, y tan cruel: y sea tomar con ferviente voluntad la cruz que su Magestad á cada cual nos señale, y con ella seguirle fielmente hasta morir. AFECTOS. ¡Oh cruz amable! ¡Oh bendita! ¡Oh bienaven- turadas tribulaciones! ¡Quién fuera digno de me- reeeros! Ven, cruz de los trabajos: males, aflic- ciones, desconsuelos, adversidades, y tormentos to- dos del infierno, venid, si así fuere del agrado de mi Dios: venid, que mi alma os apetece para gozar por vuestro medio de la dulce presencia de mi suavisimo Jesus en su bienaventuranza. ¡Oh Señor, padezca yo con vos en esa cruz, ya que vos la padeceis por mí! Despues que esto se haya meditado un rato se dirá la oracion Admirable Jesus mio, etc. folio 45, y con- cluido se leerá la siguiente

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