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82 que probase haber cogido mayor cantidad de patatas. — Esas ocupaciones y pensamientos eran bien laudables, Señor Obispo. Esos desvelos eran dignos de un Pastor virtuoso. ¿Y acáso por eso le llama 4 V. el insólente Martinez, en el fol.> 102 de su respuesta, predicador chur- riguera y mamarracho ?*; A tanto puede llegar en estos tiempos la petulancia de un hombre que gasta un hábito religioso! ¡Y en la cató- lica España no hay una mordaza para boca tan envenenada ! ¿Qué no reprobaria el maligno escritor, cuando á empresas de un patriotismo tan eminente, concebidas y acabadas en aque- llos mismos tiempos de estrago y desolacion , las gradúa de mamarrachadas y churriguerías? Grande elogio es, no pudiendo contradecir los hechos ciertos ni responder á las divinas auto- ridades que contiene la carta de V., venir á estrellarse contra las virtudes, y á morder co- mo canes rabiosos las buenas obras. — Amigo, V. se muestra juez muy severo. — Severo, pero justo contra tamaña iniquidad , añadió pronta- mente el Español. — Pues yo, dijo el Obispo, perdono de todo corazon al hermano Manuel las injurias que me ha hecho , y 4 todos los demas que no han querido y han podido repri- mir su insolencia. Nada veo en el mundo mas digno de mi aprecio é imitacion que un hom: bre justo, perseguido, maltratado, maldecido NN
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