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e que miente quien diga que el Obispo envió sus cofres á Tudela al abrigo de un convoy frances, cuando la derrota de Alcañiz; miente quien diga que Suchet le escribia todos los correos, miente quien diga que habia dos mesas de vi- llar en el palacio del Arzobispo de Zaragoza; miente. .. — Hombre de Dios, ó mude V. de tono, .ó acabemos aqui nuestra conversacion. ¿No quedamos ayer en que hablariamos de es- tas cosas sin-amostazarnos? — Es verdad ; ¿pero respóndame V., Señor Obispo , ingénuamente ; ¿es cierto que los Franceses fueron derrotados en Alcañiz ? — No. — ¿Es cierto que V, pensa= ba entónces salir de Zaragoza y pasar á Eran- cia? — No. —¿ Es cierto que V. envió sus equipages á Tudela en un convoy frances? — No. — ¿ Es cierto que el Mariscal: Suchet escri- bia á Y. todos los correos ?.— No, no. — Lue- go han mentido, feamente el Frayle y sus infor- mantes que aseguran lo que acabamos de ex- presar. Luego yo he, dicho la verdad cuando he afirmado que mentian. — El Obispo no tie- ne que replicar, porque la.conclusion es cierta ; pero detenerse en las mentiras de la respuesta del hermano Martinez y de los informantes, e e seria hacernos interminables. No es verdad que el Mariscal Suchet mandaba todos: los correos comunicar al Obispo las noticias antes que á ningun otro. Las que eran fayorables á las ar? .- 3
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