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237 al espíritu de lenidad , de paciencia, demorti- ficacion y caridad que debe resplandecer en los Sacerdotes de un Dios de bondad , de amor, de clemencia y de misericordia; y nada de todo esto buero se puede esperar de .su- escrito. Convengamos , si á V. le parece, en que el ardiente zelo de V. le hizo pasar los límites de la decencia, y oponerse sin reflexionarlo. á-la pura doctrina del Evangelio. ¿Estamos conformes? — No, Señor, dirá Y. En hora buena que el estilo sea acre y furibun- do, sea excesiva la dosis eléctrica con que le re- cargué : digámoslo clarito, me excedí en el mo- do, lo detesto. —'Me alegro en el alma del arre- pentimiento de V., digo yo: venga un abrazo, amado niio, y se acabó el cuento. — No , Se- ñor, vuelve V. á decir : una cosa es excederse en el modo, y otra muy diferente que la subs- tancia sea verdadera. Con ella he confundido á Vms., con ella les he convencido, y por ella he promulgado un anatema eterno y una separacion perpétua entre Vms. y nosotros.— Buen hombre, ¿ qué es lo que V. ha pronunciado ?¿ Quien le ha dado facultad para fulminar anatemas ? ¿ Ha estado V. en el juicio universal? ¿Ha oido V. alli la sentencia de eterna separacion de buenos y malos ? Sin duda no seria nniversal ese juicio; porque yo no he asistido. Soy viá- dor ; y entiendo que miéntras lo seamos pel o

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