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221 acompañen á la guerra mas sangrienta y obsti- nada. Miraba ya convertidas en hospitales las pocas casas que quedaban en pié, sus almace- nes exháustos de víveres y de municiones, sus templos y jardines transformados en cemente- rios , perdidos sus defensores , escuálidos y ca- davéricos sus habitantes. Mas dejando ya dadas pruebas eminentes de amor á sus Soberanos y de zelo por la independencia nacional, llevada hasta un grado heróico la observancia de sus leyes municipales, y atendiendo. á otros dere- chos todavía mas sagrados, la vida y la Reli- gion, consideró que su honor estaba á cubier- to , y valia mas capitular que alargar la defen- sa hasta el punto extremo de que se digese: Aqui Estuvo ZARAGOZA. Pidió pues capi- tulacion , y lo hizo yoluntariamente , porque si no hubiera querido, prefiriendo este partido al de acabar de sepultarse entre sus ruinas, no" habria capitulado. En tan triste conflicto, el Mariscal Lannes dicta todavía artículos hon- rosos y favorables: Zaragoza los lee, acepta, firma , y cumple. Hé aqui la verdad del hecho. ¿ Encuentra el P. Definidor en esta conducta alguna cosa contraria á la práctica universal de todas las Naciones de Europa ? ¿ Piensa que habria una siquiera que no mirase como per- juro. y vituperable al pueblo que habiendo firmado su capitulacion , recalcitrara luego y

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