BCCSEV000XIX-c--se-0071000000

210 tencia, una misma eternidad ; en una palabra, son el solo, único y verdadero Dios + mas el E: Hijo es menor que el Padre por la humanidad pasible y mortal que se dignó tomar para re: e dimirnos. Dios ama la paz verdadera como don precioso de su divino Espíritu , Dios la enseña , la manda para la felicidad del hombre ; mas el mismo Dios prescribe la guerra contra las pa- siones , los apetitos viciosos y pecados, para establecer el reyno de la virtud en el corázon Ñ humano, y afianzar la paz dichosa, santa y du- radera. Explicando de este modo el sentido rec. to y genúino de las palabras del Evangelio, como lo entiende nuestra santa madre la Jglesia, $ todo queda llano, claro y sin tropiezo. Asimismo A: condena Dios en el antiguo y nuevo Testamen- to la fuga de los Obispos , sin que pueda justi- ficarla el consejo de huir de una ciudad á otra, cuando somos perseguidos. Ninguno ha expli- cado esta aparente contradicción tan bien como 1 S. Agustin, que la examinó de propósito en su carta 180, escrita al venerable Obispo Bonifa- cio, Sírvase V. verla en las obras del Santo, que se hallarán en la librería de ese convento; y luego que la haya leido bien, estudiado y me- 2 pd » ditado, sabrá en qué casos pueden huir los Pas- E; torés, y en cuales deben permanecer entre sus oc ovejas ; cuando les es lícito apartarse de ellas, y cuando pecan desamparándolas. Todos los ca-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz