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208 Ya yoy viendo, mi P. Definidor, que estos gol. pes son mas pesados que los de la maza de Fras ga; pero como todavía le siento á V. murmu- llar y decir entre dientes, que la palabra de Dios no puede ser contraria 4 sí misma, y que el santo Evangelio nos manda huir de una ciu- dad.á otra, cuando nos persiguen, quiero sa= tisfacer á ese escrupulillo, y que no le sirva de áncora para sostener la conducta de los Se: ñores Obispos ausentes. Pudieran creerse jmi- tadores del mismo Jesus, que en la infancia salvó su vida huyendo en los brazos de sus pa: dres de la sangrienta cuchilla de Herodes; pen- sar que han seguido las huellas de los Apósto- les, de los Mártires y de los Santos Padres de la Iglesia; que han tomado por egemplo al incom- parable defensor de la fe, columna de la Reli+ gion y terror de los Arrianos, el bienaventurado S. Atanasio, que no solo huyó del furor obstina- do de sus enemigos, sino que escribió despues una excelente apología de su fuga. Es por cier- to tan respetable la palabra de Dios, y tiene para mí tanta autoridad cualquier pasage del santo Evangelio que pudiera producirse á favor de los Obispos «ausentes , y contra mi residen- cia actual en medio de mi.ovejas, que quiero por esto solo responder á la objecion,de V., explicando con claridad á quien, cómo y cuán- do sea lícito dar lugar á la ira, separarse del

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