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202 Sin duda fué esta misma la poderosa causa que moveria al Emperador de Alemania José Il 4 pedir al sumo Pontífice Pio VI el discurso que habia de pronunciar en Viena, cuando estaba en aquella capital , y la que excitaria á dicho Soberano á asistir de incógnito al Sermon , pa- ra saber si convenia lo escrito con lo pronun- ciado. En yerdad, que si en nuestros últimos tristes dias se hubiesen sugetado á la censura de hombres graves y prudentes todos los Ser- mones compuestos para el público, no se ha- brian proferido disparates tan desconcertados, ni máximas tan nocivas y opuestas al sacrosan- to Evangelio. El dia siguiente domingo, 5 de marzo, á las diez de la mañana , fuí acompañado al tem- plo de N.* S.'* del Pilar para la celebracion de los oficios divinos , y pronunciar el discurso que habia aprendido de memoria. Por la misericordia del Señor wis palabras fueron oi- das , y movieron el corazon de aquel auditorio nuevo y bizarro. Ví los ojos de aquellos guer- reros derramar lágrimas de afectuosa compa- sion. ¡ Espectáculo tan extraordinario para Za: ragoza, como las ruinas , la desolacion y la muerte de setenta mil personas, causada dentro de su recinto por las bombas, granadas , minas subterráneas, balas y bayonetas , y por el ham- bre, y por la peste! Acabada la santa Misa y
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