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198 to enviado por el Mariscal Lannes para que me sirviese , y diera en su nombre las órdenes conyenientes á las tropas que fuésemos encon. trando. Confieso en obsequio de la verdad , que estando yo propio imbuido en el error comun de que los Franceses eran feroces y no res. petaban las personas ni las cosas sagradas, me admiré de una atencion y miramiento tan dis- tinguidos. Enfin, entré en Zaragoza el dia 3 de marzo de 1809, despues de haber visitado al Mariscal en un caserío sito á media legua de distancia de la ciudad. No tardó aquel graye y generoso guerrero en preguntarme ¿ cómo pen- saria en las actuales circunstancias? Respondile prontamente con firmeza, que mis opiniones eran conformes á mis deseos, y estos sencillí- simos. Que el Soldado pelée , el Religioso ore, el Magistrado administre justicia, el Labra- dor cultive la tierra, el Comerciante trafique, el Artesano trabaje en su taller, y cada uno atienda á su ministerio sin mezclarse eg el ageno. Este es el órden establecido por la divina Providencia, y de su exacta observancia pende la felicidad de las Naciones. — Debieron agra- darle estas máximas al Mariscal, porque desde aquel instante fuimos amigos. — Padre Callo- sa, ¿es V. de la misma opinion, ó prefiere seguir la conducta de muchos Sacerdotes y Re- » ligiosos de esa y de otras provincias, que abju= .

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