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197 cárcel ; de un pueblo sugeto primero por la fuerza á Otro que se vió despues en la misma situacion. Tenga V. bien*presente esta verdad, para que guarde el dictado de traydor con que me favorece, para sí mismo y sus Valencianos, luego que les llegue su turno de ver rendida á Valencia. Si ellos experimentaren como nos- otros la necesidad de ceder á fuerzas mayores, despues de haber derramado torrentes de san- gre en la defensa de su capital; y si porque V. supiere huir el cuerpo del peligro, quisiese luego desde otro lugar distante llamar apósta= tas y traydores á sus compatriotas ; seria, me- nester decir que ignoraba el significado de estas voces y no sabia donde tiene los ojos de la cara. Pero dejemos por ahora estar á Valencia y á los Valencianos , y continuemos nuestro principiado viage á Zaragoza. La advertencia de que podia ser útil á mi patria y á la Iglesia de J. C., no me permitió vacilgr un momento, ni mostrar la menor re- pugnancia. ¡ Zaragoza rendida me llamaba á aliviar el peso de sus cadenas ! Entré en el co- che con mi conductor, y aquella mañana ]le= gué á Alcañiz, donde lejos de ser mal recibiz do por los gefes de las tropas francesas , fuí aga- sajado , y me dieron una escolta para que me acompañase hasta Zaragoza. Veinte leguas antes de llegar 4 esta última ciudad hallé un Sargen- aro y

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