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184 tener sus vicios , se hiciesen petardistas y tram- posos ; que «algunos pocos Prelados eclesiásticos prostituyeran- tambien sus sagrados deberes, y empañaran la brillantez de sus pectorales con el hálito pestífero de la adulacion y la mentiz ra : todo esto era muy consiguiente al princi- pio de corrupcion que tenia pervertidas las cla. ses mas señaladas del Estado. Lo que parece inconcebible -es el aguante y silencio perma- nente del pueblo oprimido. Todos veian la Na: cion al borde de su precipicio , todos sufrian y todos callaban. Gracias á Dios el P. Santander no calló; y tal vez fué el único que por aquel tiempo osó rebatir en una alocucion impresa y dirigida 4.los Montañeses y Vizcainos, la lebre proclama del Valido que'empezaba :-V a- Lenosos EsrañoLes; haciendo ver la absur- da idea de persuadirnos que-lás Franceses vol- verian yergonzosamente las espaldas á la pre- sencia de nuestro cadayérico egército. Mas el P. Santander nó adelantada, asi como antes de él nada adelantaron tampoco el prudente Conde de Aranda, ni el sabio Campomanes , aconsejando á nuestros ciegos conductores que dejasen ven- tilar como quisiesen sus negocios domésticos ¿ nuestros vecinos, ya que no se metian con nos- otros , y tanta necesidad teniamos de estarnos quietos. El éxito de la empresa fué consiguiente al disparatado plan. que la habia dirigido, y

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