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171 sagracion, ya venia caminando para Zaragoza. Estas almas, cuya direccion espiritual se me habia confiado, llamaban muy recio á las puer- tas de mi corazon, y aceleraban mi partida, Llegué luego á esta capital, donde me aloja- ron en unas piezas del Palacib arzobispal ; co- loqué en ellas mi familia, reducida á un Re- ligioso capuchino que era mi confesor y com- pañero, un Capellan «y un page; preparé mi cama con cuatro tablas y una manta, y no ne- cesité guardaropa, conservando mi hábito gro- sero, sin lienzo interior y sin medias, ni mas zapatos que las sandalias. Comia con todos, y miéntras duraba la mesa, aunque hubiese los convidados mas distinguidos , siempre se leía : jamas bajé á cenar durante aquellos cinco años primeros, y concluida la comida me retiraba con mi familia. Por las mañanas nos congre- gábamos á la oracion y á la santa Misa, y por la noche al Rosario y otras preces. Como tenia pocas visitas, mo me faltaba tiempo para el es- tudio y para escribir algunos libros, como fue- ron los de unos Sermones dogmáticos, únicos y originales en la Nacion, y un tomo en. 4. dé egercicios espirituales para las Religiosas. A pocos dias-de haber llegado á Zaragoza , dí principio á. la predicacion por una Mision de quince- dias seguidos en las dos Iglesias grandes de S. Ildefonso, de los Padres Domi-
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