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o 167 « frutos que producen en las almas de los jus- « tos y pecadores, les obliga á no dejar de la « mano los escritos de V., á decorarlos de me- « moria y á predicarlos á la letra con la segu- « ridad de experimentar una utilidad inestima- « ble en el imperio y el sacerdocio. El P. Fr. « Miguel de Santander, Capuchino, era el « Apóstol de nuestro siglo, la gloria de la Ca- « pucha, y el amado de Dios y de los hombres,, c hasta que esta escandalosa apostasía le ha « hecho perder todo cuanto...» Poco á poco, P. Definidor, ya lHegarémos 4 ese tiempo. de , las trayciones, apostasías y sacrilegios, como, V. le nombra : por ahora estamos conformes-en que la primera época de mi vida pública no merece censura, sino alabanzas. Sean á Dios dadas las gracias y toda la gloria. V. confiesa a ” e que mi zelo por el bien de mis hermanos era ardiente, la conducta egemplar, la doctrina pu- ra; y cuando no quisiera confesarlo, lo publi- caria un número prodigioso de Arzobispos y Obispos, de Iglesias catedrales y parroquiales, de monasterios de Religiosos y Religiosas, de campos, plazas, cárceles, ajusticiados ¿; que me han oido la predicacion del Evangelio santo de Jesu-Cristo, Lo publicaria la corte de Madrid, en donde tantos años anuncié la palabra del Señor, y las diócesis de Toledo , Zamora , Salamanca , Segoyia, Astorga, Mondoñedo ,- Leon , Palen-

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