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164 los Apóstoles, y el Evangelista amado del Se- ñor, cuando llamados á la presencia de Anás, Caifás, Juan, Alejandro y los demas Sacerdo. tes, y reprehendidos porque habian sanado 4 un enfermo y predicado la doctrina de Jesu- Cristo, dieron una razon tan cumplida de sus obras y palabras que confundieron á todos sus enemigos. Imitando pues el ilustre egemplo de Jesu- Cristo y sus Apóstoles, ya puedo dar principio á mi apología, para desterrar el escándalo uni- versal que dice el P. Callosa han causado mi permanencia y predicacion en Zaragoza. Para proceder con método y claridad, es menester considerar mi vida pública en tres épocas dife. rentes. La primera comprehenderá los años que viví con los Capuchinos desde que hice mi pro- fesion religiosa : la segunda principiará desde mi consagración como Obispo auxiliar de Za- ragoza, y acabará al principio de las revolu- ciones política y militar que han agitado la Es- paña : y la tercef abrazará el tiempo corrido desde la rendicion de Zaragoza, hasta el pre- sente: No me parece que el P. Definidor ni mis antagonistas reprobarán esta division de mi vida pública, si quieren examinar bien mi conducta personal y mi doctrina. A los yeinte años de edad fuí admitido, sin mérito alguno propio, entre la virtuosa congre-

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