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162 dome los dictados de traydor, sacrilego a após- tata y perjuro, que se me dan en las tertulias, cartas particulares, gazetas y libros que se im. primen en ese reyno de Valencia. A esto se re. duce en substancia la prolija carta de V., y 4 alguna otra especie suelta de que procuraré aprovecharme. Confieso que me he visto en aquel mismo estado de perplegidad que experimentaba $. Ge. rónimo , cuando decia : ¿Qué haré? ¿ Hablare, ó guardaré silencio? Si callare, pareceré un de- lincuente confundido : si hablare, demostraré la maldad de los que me calumnian. ¿Qué haré- mios? Hablar cuando es justo, digérale yo al San. to, asi como se lo digo al pecador P. Callosa, y callar cuando conviene. He observado silencio; pero V. me presenta causa justa para hablar, Non 'ego tibi, sed cause causa responde! , digo con el mismo Santo. No espere V. pues que yo le considere como le veían sus Capuchinos por la puerta abierta de su celda, hecho un ridículo figuron con un librote morriñoso y gordo sobre la mesa, un sudario ó enjugador rodeado al cuello, y lleno de vanidad fantástica por haber llegado en virtud de sus amaños al inútil em- pleo de Definidor. No, amigo : no me propongo lidiar con un hombre de semejante especie, si- no responder como debo á la causa que me presenta : Von ego tibi, sed cause causa res-
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