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149 dos, y de los Regulares lanzados de sus con- yentos. Estos fines palpables y notorios, que debian parecerles bien, no se los contaban al Santo Padre, afectando ignorarlos, y solamente le contaban lo primero, porque les parecia mal, ¡ Maldita hipocresia! ¡ Extraña ignorancia ! No- lebant intelligere ut bené agerent. Yo les con- taré pues algunos hechos conocidos hasta de las piedras. Despues de la capitulacion de Zaragoza, sa- liendo de Valdealgorza el Obispo en compañía del virtuoso Párroco de aquel pueblo, el D.”* Segura, y del Canónigo Sevillano , que habia ido 4 buscarle con un coche, llegó en pocas horas M Alcañiz, donde vió por la primera vez de su vida 4 las tropas francesas. Poseido de la opi- nion vulgar de su feroz carácter, pensó que el General Watier, comandante de aquella plaza, seria algun mónstruo ceñudo é inexorable, con quien no se podria tratar sin peligro de la vi- da; pero habiéndole ido á ver, halló por el contrario un hombre urbano, que le recibió muy bien y le inspiró desde luego la confianza necesaria para pedirle una gracia”, la cual fué dar el salvoconducto correspondiente á las Re- ligiosas, que andaban despavoridas por la ciu- dad y sus inmediaciones , para volverse con plena seguridad á sus conventos. Obtúvola in: mediatamente, y á su consecuencia se circuló
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