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142 ballo, que era entónces su único equipage, se despidió brevemente, y aunque anciano salió corriendo hasta fuera del lugar, donde se in- corporó con los compañeros para seguir bien de prisa el camino de Zaragoza. Los Escritores epistolarios dicen que no sabian estas y Otras muchas acciones ibustres que obraba el Amizo- nensée en aquellos difíciles tiempos; y si los creemos para no tenerles por unos hipócritas consumados, podrémos decir, que por eso ha. blaban como ignorantes; por eso representa b n al Santo Padre como necios, y aun por eso le- vantan todavía el grito. Empero entónces, ¿quien predicaba el santo Evangelio? El Ami- zonense. ¿Quien se afanaba, quien negociaba, quien exponía su vida por restituir á la Reli- gión su culto,_4 los templos su decoro, á los Sacerdotes su debida consideracion , á los la= bradores sus tierras y ganados, y á los menes- trales el egereicio útil de sus talleres? El Amíú- zonense. Más ellos insisten en que: no lo sa- bian : Neque quod sciamus ullo modo sacri- legio obstitit. Aguarden un poco los. señores representantes , y una vez que dicen ser de Huesca, les: referirá el Obispo dos notables ca- sos tocantes á aquella diócesis, sobre los que parece imposible su ignorancia. Habia mas de setecientos años que los Obis- pos de Huesca poseían en Zaragoza la parro-

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