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157 lengua y no hablaran, ó hipócritas de una im- pudencia y descaro inconcebibles. Vamos poco á poco desembrollando este enmarañado caos de temerarias imposturas. La jácara de templos robados, altares, imágenes y reliquias de San- tos echadas á las llamas, se ha oido muchas veces; pero no siempre examinado con bastan- te discernimiento. Lo primero se necesita saber donde y en qué tiempo se cometieron esos sa- crilegos atentados, luego apurar quienes die- ron la causa y fueron los egecutores. Ántes de tener bien sabidos estos datos, pudiera culpar- se injustamente al Auxiliar de que trataba con los Gefes de unas tropas tan desalmadas é ir- religiosas, aun cuando en aquel trato no se hu- biese propuesto algunos fines de utilidad co- mun y general. ; En donde, pues, se verifica- ron esos saqueos é incendios; dentro, ó fuera del arzobispado de Zaragoza? Si acontecieron fuera de la diócesis, el Amizonense debia sen- tir los ultrages hechos á las cosas santas, cuan- do llegaban á su noticia; pero nada tenia que hacer con aquellos territorios que ni Dios ni los hombres habian puesto á su cuidado. Si ocurrieron dentro, señálese la época. ¿Fué an- tes de los sitios de Zaragoza, durante los sitios, ó despues de la capitulacion ? Antes de los si- tios se vivia en paz, y nadie atacaba á los San- tos, las Iglesias ni los altáres. Durante los si»

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