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vij co Ó pobre, grande ó chico, que al pro- nunciarse el respetable nombre del P. San- tander no se represente al instante en su es- píritu la mas viva idea de un varon apos- tólico , de un Religioso irreprehensible:, de un orador consumado , de un Prelado sabio, laborioso, edificante , benéfico, pobre y hu- milde , ¿podrian las susodichas congeturas , y cuantas mas hubiere acumulado la mali- cia en la citada Respuesta , parecer bástantes para calificar de fundada y justa una censu- ra tan horrible? ¡ Qué delirio! ¿Y quién ese P. Martinez , que con el achaque de defen- sor del trono y del altar, insulta impúne- mente á sus compatriotas desgraciados ó ilu- sos , abrogándose el título de Fiscal furibun- do en una causa tan grave y delicada? Léan- se con atencion los dos opúsculos del S.* San- tander que doy á luz, apúrese la verdad de los hechos citados y el valor de las pruebas alegadas en ellos; la Nación vea, y despues decida. Tal vez se hubieran perdido , si-una casualidad muy inesperada no me los hubie- ra hecho conocer. Yo mismo he visto 4: su venerable Autor tan pobre en Bañeras que pagaba 55 francos al mes por su manuten- cion y asistencia ; absteniéndose, al pié de los

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