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90 con todas mis pobres fuerzas, porque así lo quiere Dios y lo manda la obediencia. Voy á suspender la lira. en el techo de mi celda, y hasta no ser Sacerdote quizá no pulse sus cuerdas. Estudiar y ser muy bueno, adquirir virtud y ciencia, son mis ansias; quiera Dios que frutadas no me sean. Está demás el decirle que mi vida es tan amena, tan sosegada y tranquila que nada envidio en la tierra. Aquí no reina el engaño, ni la ilusion pasagera, ni esos sueños de que el hombre solo en la tumba despierta. Todo aquí es paz, todo gozo, todo conforta, consuela y me ayuda á proseguir la ya comenzada senda. Aquí en esta soledad, lejos de mi amada tierra, vivo con tanta alegria, como si estuviera en ella. Que este mundo es un destierro, valle de llanto y miseria y solo aspiro á vivir en la Patria verdadera.

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