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82 La una y una y media dan á veces, y el oficio divino no termina; más no largo por eso me parece. Sigue luego una buena disciplina que semeja el ruido... Mas callemos | lo interior de la vida capuchina! Mas humildes y mansos que queremos á la celda volvemos desde el coro á domir otro rato, sí podemos. Yo en la mía me postro, y allí lloro, recordando que niño me olvidaba, de la excelsa Beldad que ahora adoro. Y que, pobre de mí! solo cantaba las bellezas del mundo fementido que falso y seductor me encandilaba. Con este pensamiento, compungido me suelo recostar, y el sueño aplaca mis pesares, dejándome adormido. Pero pronto la voz de la matraca otra vez á las cuatro y media suena, y del sueño gratísimo me saca, para empezar de nuevo la faena. V. Tales son mis tareas de ordinario; mas los días de fiesta llegan luego, y los suelo pasar mas solitario, Como son eso días de sosiego, unas veces con plácida alegría á la santa oración algo me entrego.
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