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yo peno, y mis caros hijos mis tormentos no mitigan. ¡Ay de mí qué desconsuelo! sola penando cautiva, olvidada de mi esposo, de mis hijos y mis hijas! -Oid mistristes gemidos! oid las plegarias mías! oid los tiernos lamentos, que el desamparo mé inspira. Socorredme! socorredme! oid por mí algunas misas, rezad el santo Rosario, - dad limosnas repetidas. Sacadme con buenas obras de esta mazmorra sombría, y abridme la hermosa puerta de las mansiones divinas. Que en estando yo en el cielo no dejaré un sólo dia de rogarle por vosotros a la Bondad infinita.» Asi dijo el alma en pena, y por el dolor rendida se deja caer llorando en las brasas encendidas. Y con paciente mirada. dirige al mundo su vista, a ver si le dan auxilio su esposo, hijos € hijas. >

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