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Fija su vista en lo alto, Hácia allá sus manos alza, Déjalas caer, las cruza, Se sonrríe, queda en calma; Cierra sus hermosos ojos, Se nubla su frente clara, Suspira... y al punto espira, Entregando á Dios su alma. Tál fué la dichosa muerte De esta angelical Terciaria. Por fin serenóse el cielo; Cesó el viento, cesó el agua, Y las llorosas estrellas Con pálida luz brillaban. Despidiose el religioso: Las dos el reloj marcaba, Y acompañado del joven, Hermano de Juliana, Volvíase presuroso A su mansión solitaria Con el hábito calado, Lleno de barro y de agua, Pero con el corazón Lleno de alegría santa, Por haber mandado al cielo Una inocente Terciarta.

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