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a O Las fementidas riquezas; Las vanidades mundanas? —-Sí, si padre! es lo que dá Mayor consuelo á mi alma. —¿Te alegran las penitencias Impuestas ó voluntarias, Con que maceraste el cuerpo Desde que entraste Terciaria? —Sí, padre; me alegran tanto, Que nunca jamás pensara Que en la postrimera hora Tal alegria causaran. —¿Te arrepientes de las culpas, De los defectos y faltas, Que acaso habrás cometido En toda tu edad pasada? Aquí quedó enmudecida La dichosa Juliana: Quiso hablar, pero la voz Se le apagó en la garganta. Respira... se esfuerza un poco Y en voz moribuuda y baja, Llorando á lágrima viva, Articuló estas palabras: Sí, padre, que me arrepiento De cuantas culpas y faltas Contra Díos he cometido, Siendo á su bondad ingrata. La amarillez de la muerte Empezó á cubrir su cára, Y el celoso misionero

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