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AS Bramando, cayendo el agua, Y el trueno aterrorizando Con horrísonas descargas. En tan críticos momentos Se ve abrir una ventana, Y una enlutada cabeza Que se asoma apresurada. Mira al cielo, escucha un poco Sin alentar, no oye nada. Suspira y entristecida Se oculta y vuelve á cerrarla. Pocos minutos después Se vuelve á abrir la ventana Y se percibe una voz Que murmura estas palabras; «Las doce ... y no viene nadie .. ¡Oh Virgen de la Esperanza! ¡Haz que mi querida hija De aquesta vida no salga, Sin que venga el confesor A recomendarle el alma!» Cuando la piádosa madre Concluía esta plegaria, Se queda escuchando y oyé Sordo rumor de pisadas; Era el santo religioso A quien impaciente aguarda. Trascurridos dos momentos, El buen Capuchino estaba Sentado á la cabecera De la enferma, con quien habla:

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